Éramos un grupo miserable, cuatro amigos, cuatro almas,
tratando de encajar a nuestra manera sin dejar de ser rebeldes.
Sin dejar de
ser marginados, cada uno era perfecto a ojos del otro.
Cada uno tenía
cualidades invaluables, todos se respetaban y sentían admiración por los otros,
menos por ellos mismos.
Cada uno era un mundo errante, una mente vacilante, una
llama que ondeaba de lado a otro sin seguridad alguna, sin ganas de enfrentar
un futuro incierto, con ganas de permanecer juntos pero sabían que solo sería
peor.
Todos tenían gran amor por el otro, el mejor amigo, la mejor amiga, el
hermano, la amiga que jamás tuvo, los
amores imposibles, los amores traicionados, los engaños, todo eso se hallaba
entre ellos cuatro.
Si lo veían de afuera era un grupo envidiable, formidable,
dos chicas hermosas, dos chicos perfectos, una pareja, y los mejores amigos.
Todo lo demás pasaba desapercibido, nadie más lo sabía.
Era una historia triste
y miserable, sin embargo no eran más que cuatro amigos, que por mucho dolor que
hubiera entre ellos, se sentían en casa estando juntos.